

Discover more from Errare humanum est
No poder dormir por las noches. Tener siempre esa idea en la mente que solo te agobia y te hace sentir más frágil, más débil. La imposibilidad de poder deshacerte de ella. El momento en el que la cabeza se vicia, entrando en un bucle del que tardas todo un día en salir. Agobiante nada más pensarlo. Es inconcebible el hecho de que nos podamos sabotear a nosotros mismos de esa manera, torturándonos hasta el momento final en el que estresádamente yacemos en el lecho, ocho horas de tranquilidad que pronto se verán azotadas por los rayos de luz de un nuevo día.
Hasta hace no pocos años, al día pasaban por mi cabeza muchas cosas. Lo admito, soy un obseso. Iban y venían. Algunas, débiles, se quedaban unos escasos minutos, los necesarios como para poder ignorarlas fácilmente. Otras llegaban para quedarse un poco más, dejaban el cepillo de dientes en el baño junto al mio, el preludio de una muerte anunciada. Te metes algo tanto en la cabeza, que es imposible dejarlo marchar. Te has dado a ti mismo tanto la brasa sobre su importancia, que te has auto-boicoteado impidiéndote pensar en otras cosas.
Nada mejor en esas situaciones que un poco de serenidad, de relativizar las cosas. Saber dónde estamos y cómo hemos llegado hasta allí. Entender que las prisas nunca fueron buenas compañeras y que la tranquilidad y la paz mental no tienen precio.