Sigue avanzando. No te estés quieto. No procrastines. Haz algo. Pero hazlo bien. ¿Por qué no estás haciendo nada? Eres un conformista. Seguro que puedes aspirar a más. En un mundo tan acelerado, parar se convierte en un hecho revolucionario.
Las pilas se agotan, el cuerpo y la mente piden un descanso y hay que llevar cuidado de no llegar bajo mínimos a esta situación. Si algo he aprendido en los pocos meses que llevo trabajando es que por mucho que te guste tu trabajo, por mucho que te motive el proyecto en el que estás, ser capaz de separar la vida profesional de la personal es fundamental para mantener el orden físico y mental.
Pero, ¿realmente somos capaces de separar estos dos contextos? ¿Cuántas veces le has dado vueltas a temas personales en la oficina? O más común si cabe, ¿cuántas veces has pensado en el trabajo en horario no laboral?
Por lo menos, por lo que yo he experimentado, estamos más lejos todavía de alcanzar esta dicotomía en los primeros años de experiencia laboral. El ansia de ponerte a la altura del resto de compañeros de tu equipo genera una necesidad de seguir dedicando un esfuerzo y un tiempo que si no se sabe controlar tiene efectos devastadores en según que personas.
Creo que a nuestro cerebro le es realmente complicado separar estos dos ámbitos. Si retrocedemos miles de años atrás, el trabajo era nuestro estilo de vida porque nuestro trabajo consistía básicamente en mantenernos vivos. Conseguir comida, hacer fuego y buscar refugio para pasar la noche, ... Ahora que vivimos con todas esas necesidades cubiertas se desbloquean otras nuevas, lo que en el ámbito sociológico se le conoce como la pirámide de Maslow.
Pues bien, hay algo que me parece realmente curioso de esta pirámide. El último escalón de todos, la última necesidad a la que todo ser humano puede aspirar es la autorrealización. Y cuidado con esto porque me parece un arma de doble filo impresionante. Y es que visualmente la figura de la pirámide da la sensación de que en la cúspide acaba todo, que no hay nada más allá. Pero ¡ay amigo mío! ¡Eso es conocer muy poco la autorrealización!
La autorrealización no tiene fin. Es una necesidad que tendremos para el resto de nuestras vidas siempre y cuando tengamos las de los niveles inferiores cubiertas. Siempre se buscará más, más y más. Los que afortunadamente nos encontramos en este nivel somos unos codiciosos del desarrollo personal. Disfrutamos de cada descarga de dopamina cada vez que dominamos un ámbito nuevo y con ello, llegará la frustración. El chasco de no avanzar tan rápido como nos gustaría. Las desilusiones descontroladas. Los altibajos. Los síndromes del impostor. Y en general toda esta palabrería que nos inventamos cuando nuestros enormes egos, que hemos ido alimentado con el transcurso de los años, son azotados por un periódico y necesario baño de realidad.
Descansar. Tomarse un respiro. Meditar. Replantearse objetivos. Y si es necesario, parar.