Hace poco, escuchando un capítulo del podcast Kaizen, de Jaime Rodriguez de Santiago, conocí el caso de Nora Ephron, quien dejo al morir una lista de las cosas que echaría de menos de esta vida. Es valiente por su parte reconocer a la muerte como una etapa más, como la última de todas ellas. Hablar de la muerte no te hace si no ser más humano, porque la gran inevitable está ahí, esperando el momento mientas tu le plantas cara, aun sabiendo lo complicado que es sacarle ventaja.
Aun pese a mi corta experiencia en esta vida, me he atrevido a reflexionar qué cosas echaría de menos, y más importante si cabe, qué cosas no echaría de menos si dejase ahora mismo este mundo.
Cosas que echaría de menos
Comer, oh sin duda lo primero que se me vino a la cabeza, como echaría de menos comer.
La sobremesa de una buena comida.
Los paseos por una ciudad costera.
Los trayectos de los viajes, porque aunque están completamente infravalorados, son lo mejor de las escapadas.
Un viaje con amigos.
Doblo la apuesta. Un viaje con amigos escuchando música por el camino. Esto me gustaría recordarlo allá donde fuese.
Leer un buen libro al sol con un vermú en la mano.
Pasar un día solo en casa. La tranquilidad de estar solo en casa.
Cosas que no echaré de menos
Las ansiedades, las angustias y el estrés.
Los “llámame cuando puedas, es urgente“.
Las altas expectativas.
Madrugar, nunca supe cómo hacerlo.
Pasar calor (créeme, sé lo que digo).
Los destinos turísticos masificados.
El odio, el partidismo, los nacionalismos y todo lo que tenga que ver con la mala política.
La política española.
Ojalá mi yo de 70 años pudiese leer esto. ¿Qué quitaría de la lista? ¿Qué añadiría? Posiblemente se avergonzaría de que hubiese hablado de algo como esto con 23 años: ¿qué sabría yo lo que es vivir? Desde luego que no lo sé, lo que si que tengo claro es cómo no quiero morir.