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Y cuando pienso que todo está perdido
Miro por la escotilla al infinito
El universo hablándome al oído
Tú disfruta del caminoIZAL
“Dadme un punto de apoyo y moveré el mundo”, decía Arquímedes en el 200 a.C. Dame un buen incentivo y yo haré lo mismo. Las metas parecen un buen incentivo. Muchas empresas lo saben bien. Te pagan en promesas, en promesas de llegar a ser alguien en la vida, de ganar más que tus amigos, de tener un mejor coche o de vivir en una casa mejor. Promesas que sin quererlo, muchos convierten en metas. ¿Tú único incentivo son los 5 minutos de gloria que tendrás al enseñar tu nuevo coche? Para algunos puede ser un incentivo bastante importante. Pero, ¿vale la pena los 20 años que has pasado únicamente pensando en eso? ¿Solo por 5 minutos de satisfacción?
En la vida, hay que tomar en muchas ocasiones decisiones realmente importantes. De las que marcan. Me ha tocado tomarlas a mi precoz edad, no me quiero imaginar lo que se me viene encima. Una de ellas es decidir qué tipo de incentivos tienes. Incentivos basados en metas o basados en procesos. Decidir si disfrutar de la fama o del camino.
Los KPIs, los OKRs, el dinero o la fama son incentivos cuantitativos, frágiles, que pueden romperse fácilmente. Trabajas un duro año pensando en llegar a la meta. Si llegas, tendrás tus 5 minutos de gloria y una palmadita en la espalda por parte de tu manager. Si no llegas, que no siempre llegarás, sentirás que todo lo que has hecho no ha servido de nada, te sentirás un inútil y perderás toda tu motivación. Sin embargo, los incentivos cualitativos se basan en el proceso en sí. Son antifrágiles. Cuanto más crudas se pongan las cosas, más te desarrollarás, más interesante será el camino y más satisfecho te sentirás al estar cumpliendo constantemente tus incentivos.
Al final, la mayor parte del tiempo la pasas “caminando”, la menor parte recibiendo halagos por lo que haces. Parece obvio donde tienen que ir los incentivos, ¿no? Y esto no significa que se dejen las metas de lado. Trabajamos en empresas que se mueven objetivos (y en nuestra vida personal también los tenemos), no podemos obviarlos simplemente. Pero se puede llegar a un mismo sitio deseando el reconocimiento de todos los demás o poniendo el foco en el camino. Aunque por lo que he probado, la segunda opción suele ser la más efectiva :)
Llegar a componer una canción no es el fin de tu carrera musical si no un hito más que te ayudará a seguir aprendiendo y a seguir disfrutando. Llegar a manager no debería ser un fin a alcanzar, es algo que llega si da la casualidad de que se cruza en el camino. Poniendo el foco en la meta, al llegar siempre querrás más, más y más. No te conformarás con nada y generará frustración.
Es importante no confundir esto último con la ambición. La ambición no debería estar ligada a una meta (p.e. yo quiero llegar a ser Product Manager), si no a un camino a seguir (p.e. quiero seguir haciendo mejor producto), un concepto muy relacionado con el de Kaizen o mejora continua. Poniendo ahí las ganas y la ambición, podrás llegar a ser Product Manager si realmente deberías haber estado allí. No te fuerzes a llegar a una posición que idolatras y en la que ni si quiera has estado.
Los corredores saben que no pueden pensar en la meta nada más empezar una carrera. Hay que pensar en la ruta, en las estrategias que se siguen en cada momento de la carrera, es decir, poner el foco en el camino y no en la meta. Solo haciendo esto seremos capaces de llegar a la meta. Tomamos pequeñas decisiones en nuestra vida que poco a poco van forjando el camino que nos acabará llevando al sitio donde nos sintamos cómodos, de forma natural, sin necesidad de imponer una meta prematura antes de saber lo que quieres hacer con tu vida. Tan solo disfrutando del camino.